El misterioso asesinato del matrimonio Borden

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Una calurosa mañana de agosto de 1892, antes del mediodía, Andrew Jackson Borden regresó del trabajo a su casa, necesitaba descansar. Borden era ya un hombre mayor, de 70 años, y aquel día se encontraba algo indispuesto. Sin quitarse el abrigo, decidió echarse un rato en el sofá de la salita, en la planta baja de su vivienda. Apoyó su cabeza en el brazo del sofá y comprobó que sus botas no manchasen la tapicería. Al poco tiempo se durmió, sin sospechar que ya nunca volvería a despertar. Os contamos todo sobre el asesinato del matrimonio Borden.

Lizzie Borden, el misterioso asesinato
Lizzie Borden

Tampoco podía imaginar que, en la planta superior, justo encima de su cabeza, su mujer, Abby, yacía muerta en un charco de sangre desde hacía casi dos horas y que la misma mano que acabó con su vida se disponía a arrebatársela a él en unos instantes.

En la casa sólo se encontraban la criada, Bridget Sullivan, una chica responsable, de confianza; y la hija, Lizzie Borden (imagen superior), una señora soltera, recatada y respetable, profesora de la escuela dominical.

Ninguna de las dos parecía, en principio, una despiadada y fría asesina que utilizase un hacha para acabar brutalmente con la vida del matrimonio Borden.

Andrew Jackson Borden, director de banco y rico comerciante, era un respetable miembro de la comunidad. Su familia se había convertido en una de las más adineradas e influyentes de Fall River, una próspera ciudad de Massachusetts. Sin embargo, aunque se le admiraba por su gran habilidad para los negocios, sus vecinos coincidían en que no era una persona amable, tenía fama de serio, estricto y avaro.

andrew jackson borden
Andrew Jackson Borden
Abby Durfee Gray
Abby Durfee Gray

Borden vivía en una bonita casa de madera, próxima a sus negocios, con su segunda esposa, Abby Durfee Gray, y las hijas de su primer matrimonio, Emma y Lizzie. Las hijas no estaban orgullosas de su residencia, creían que se encontraba en una zona de la ciudad pasada de moda y que, dada su posición social, debían trasladarse a un lugar de más categoría. Sin embargo, el padre no quería ni oír hablar de esta cuestión: le parecía un gasto desmesurado e innecesario. Este no era el único conflicto que tenían las hijas con su padre. Tampoco soportaban la presencia de su madrastra, a la que se dirigían con un frío “señora Borden” y preferían evitar, siempre que fuese posible.

Casa de la familia Borden, con el granero al fondo, en 92 Second Street.
Casa de la familia Borden, con el granero al fondo, en 92 Second Street.

La mañana en la que ocurrieron los asesinatos, la familia Borden se levantó temprano, como de costumbre. Emma no estaba en casa, había ido a visitar a unos amigos de la ciudad cercana de Fairhaven. Un hermano de la primera esposa de Borden, John Vinnicum Morse, había llegado el día anterior desde Dartmouth, Massachusetts. Morse los visitaba varias veces al año para verlos y atender sus negocios en la ciudad.

Emma Borden
Emma Borden
John Morse
John Morse

La primera persona que se despertó aquella mañana fue Bridget, a quien las hermanas Borden insistían groseramente en llamar “Maggie”, el nombre de la criada anterior. Era una chica irlandesa, de 26 años, que había trabajado para la familia desde 1889. Esta joven, que la comunidad consideraba una criada ejemplar, alrededor de las seis de la mañana bajó a la cocina a encender el fuego para preparar el desayuno.

 La sirvienta, Bridget Sullivan
La sirvienta, Bridget Sullivan

Una hora más tarde, John Morse y el matrimonio Borden se reunieron para desayunar y charlar durante casi una hora. En todo este tiempo Lizzie permaneció en su habitación.

John Morse se marchó poco antes de las ocho a visitar a unos sobrinos. Unos minutos después, Lizzie bajó y tomó un café y una galleta. Dijo que le dolía el estómago y que no tenía hambre. También Bridget tenía ciertas molestias en el estómago y tuvo que salir a despejarse después de desayunar. Dos días antes, el señor y la señora Borden estuvieron enfermos durante la noche y vomitaron varias veces. Después de los crímenes, se comentó que el matrimonio pudo sentir las molestias del inicio de una gripe o, tal vez, alguien intentó envenenarlos sin éxito.

A las nueve y cuarto, Andrew Borden abandonó la casa y se marchó al centro a atender sus negocios. Abby Borden subió a la segunda planta a hacer la cama de la habitación en la que dormía Morse y le pidió a la criada que limpiase las ventanas. Bridget se fue al granero, situado en la parte trasera de la casa, para coger cubos y llenarlos de agua. Terminó el exterior de las ventanas a las 10:30 y se metió en la vivienda para seguir limpiando por dentro.

Quince minutos después llegó el señor Borden. Bridget le abrió la puerta. Lizzie le comentó a su padre que la “señora Borden” había salido porque recibió una nota de alguien que estaba enfermo.

Borden subió unos minutos a su dormitorio y después bajó para echarse un rato en el sofá de la salita.

Mientras tanto, Lizzie, según ella declararía más tarde, decidió calentar un hierro para planchar unos pañuelos. Antes de salir al granero en busca del hierro, le preguntó a la criada: “¿Sale usted esta tarde, Maggie? Venden telas baratas en Sargent esta tarde, a ocho centavos una yarda”. Bridget le contestó que no tenía intención de salir: el calor de la mañana, el lavado de las ventanas y su dolencia de estómago la habían dejado agotada y prefería echarse una siesta en su habitación, situada en el ático. Esto ocurrió unos minutos antes de las once.

El sueño de Bridget se interrumpió bruscamente por los gritos desesperados de Lizzie, que le pidió que bajara de inmediato: “¡Maggie, baje, rápido! ¡Mi padre está muerto, alguien ha entrado y lo ha matado!

Cuerpo de Andrew Borden
Cuerpo de Andrew Borden

Bridget se apresuró a bajar la escalera y encontró a su señora pálida y tensa. Lizzie impidió que la criada entrase en la salita: “No entre ahí. Vaya rápido en busca del doctor ¡Rápido!” .

El Doctor Bowen, amigo de familia, vivía muy cerca, pero en esos momentos no se encontraba en casa. Cuando Bridget le contó lo sucedido a su mujer, ésta acudió con rapidez a casa de sus vecinos para ayudar en lo que fuese. Le hizo a Lizzie una interesante pregunta: “¿Dónde estaba usted cuando ocurrió todo?”.
Lizzie contestó: “Estaba fuera, en el patio, oí un gemido y entré en la casa. La puerta mosquitera se encontraba abierta de par en par”.

Patio que separaba la vivienda del granero
Patio que separaba la vivienda del granero

Los vecinos empezaron a llegar. Una de las personas que se congregaron en la vivienda de los Borden fue Adelaida Churchill, la vecina de la casa de al lado. También le preguntó a Lizzie dónde se encontraba cuando asesinaron a su padre y, después, añadió: “¿Y dónde está su madre?”.

Lo cierto es que, hasta entonces, sólo el cuerpo de Borden se había descubierto. El anciano estaba irreconocible: había sido atacado con un objeto agudo, probablemente un hacha, y tanto daño se le había ocasionado en su cabeza y en su cara que el doctor Bowen, un amigo íntimo, al principio no podía identificarlo.

La cabeza de Borden se encontraba girada ligeramente a la derecha y había recibido once golpes en la cara, casi todos ellos dentro del área que se extendía de los ojos a la nariz y a los oídos. La sangre había salpicado la pared encima del sofá, el suelo y un cuadro que colgaba de la pared. El asesino atacó a Borden desde arriba y por detrás, mientras él dormía.

Cuando le preguntaron a Lizzie por su madrastra, ella contestó que estaba casi segura de que la oyó entrar. Mandó a su criada al piso de arriba para que fuese a buscarla. Bridget se negó a subir sola y la señora Churchill se ofreció a acompañarla. Subieron las escaleras con un enorme nerviosismo, sospechando lo peor. La señora Churchill abrió la habitación en la que se encontraba Abby y la encontró en el suelo en un gran charco de sangre.

Cuerpo de Abby Borden 1
Cuerpo de Abby Borden
Cuerpo de Abby Borden

El Doctor Bowen comprobó que la señora Borden había sido golpeada más de una docena de veces, en la espalda. La autopsia, más tarde, reveló que recibió diecinueve golpes en la cabeza, probablemente con el hacha que había matado a su marido. La sangre sobre la que se encontró el cadáver de Abby era oscura y se había coagulado, de lo que se desprendía que fue asesinada antes que el marido.

Aquel día el protagonismo del Doctor Bowen fue absoluto: fue el primero en examinar los cuerpos, envió un telegrama a Emma para que regresara a su casa, ayudó en las autopsias y prescribió un tranquilizante para Lizzie. Precisamente esta constante presencia del doctor hizo que, durante el juicio, algunos lo considerasen también sospechoso.

Alguien llamó al Departamento de Policía de la ciudad a las 11:15, pero ese día se celebraba el picnic anual y la mayor parte de los policías estaban de excursión en Rocky Point. El único oficial que acudió a la casa de los Borden fue George W. Allen. Este agente comprobó que Borden estaba muerto y volvió corriendo a las oficinas de la policía para informar de los acontecimientos. Mientras él estuvo fuera, Lizzie se movió libremente por todas partes y, por supuesto, en caso de ser la culpable, pudo destruir pruebas comprometedoras. Pero no sólo ella, los vecinos invadieron la casa y existió un tráfico constante de personas que pisotearon y destruyeron cualquier pista que pudiera resultar de vital importancia en el juicio.

También, durante el tiempo que no hubo policías en la vivienda, un distinguido médico llamado Dolan pasó por la casa por casualidad. El doctor Bowen lo presionó para que diese su opinión profesional. Dolan examinó los cuerpos y, después de oír que la familia había estado enferma, tomó muestras de la leche que había en la casa. Más tarde, los estómagos de los dos cadáveres y la muestra de leche se enviaron la Facultad de medicina de Harvard para que se analizasen. No se descubrió la existencia de veneno.

La investigación de los asesinatos fue caótica. La policía no quería convertir a Lizzie en sospechosa de un crimen tan atroz porque se la consideraba socialmente una mujer incapaz de cometerlo.

Lizzie Borden
Lizzie Borden

La profusión de pistas que aparecieron los días siguientes no condujeron a nada. Un muchacho dijo ver a un hombre que saltó la valla trasera de la la propiedad de los Borden; pero el hombre que se ajustaba a la descripción ofrecida por el muchacho tenía una coartada irrompible. Apareció un hacha manchada de sangre en un lugar próximo, pero se demostró que era sangre de pollo. También investigaron a la criada, Bridget, que fue vista con un hombre sospechoso.

Finalmente, empezaron a tomar en consideración la posibilidad de que la respetable Lizzie Borden pudiera estar implicada. Sin embargo, no existían pruebas físicas que la comprometieran: ¿Cómo se deshizo tan rápidamente del vestido ensangrentado y del hacha antes de llamar a la criada?

No obstante, aunque no aparecieron ni el hacha ni el vestido, ciertas extrañas circunstancias la convertían en una clara sospechosa.

Por un lado, una amiga de Lizzie, Alice Russell afirmó verla el día 7 de agosto, tres días después de los asesinatos, quemar un vestido en la estufa de cocina. Alice le dijo, algo sorprendida, a su amiga: “Si yo estuviera en tu situación, no dejaría a nadie verme hacer esto”. Lizzie le contestó que sencillamente se estaba deshaciendo de un vestido manchado de pintura, que era inútil. También la señorita Russell afirmó que Lizzie la visitó días antes de los asesinatos muy agitada, presagiando que su padre estaba en peligro y preocupada de que algo estuviera a punto de pasar: “Siento como si algo colgase sobre mí y no pudiera apartarlo”, le dijo. Además, añadió que su padre tenía enemigos y que estaba asustada de que algo pasara en la familia.

Otra pista que inculpaba a Lizzie era que trató de comprar ácido prúsico en la farmacia de Smith. Explicó que quería el veneno para matar polillas, pero rechazaron vendérselo sin una prescripción. Aunque varias personas la vieron en la farmacia, ella declaró en la investigación que no había intentado comprar el veneno y que no había estado en la farmacia ese día.

Por otra parte, la historia que relató Lizzie acerca de cómo transcurrió el día hasta que se produjeron los crímenes tenía varios puntos incomprensibles para los investigadores. Abby fue asesinada, según la autopsia, alrededor de las 9:30 de la mañana. Sin embargo, Lizzie declaró que su madrastra había salido a visitar a una enferma, algo que no sucedió. La nota que Lizzie dijo que Abby recibió pidiéndole que viese a una amiga enferma nunca se encontró. Lizzie sostuvo, más tarde, que sin querer podría haberla quemado.

Por otro lado, si el asesino se encontraba fuera de la casa sólo tuvo la oportunidad de entrar por una pequeña ventana, mientras Bridget traía un cubo y agua del granero, porque la puerta de la entrada siempre estaba cerrada por el interior con tres cerraduras. Lizzie dijo, sin embargo, que, cuando mataron a su padre, encontró esta puerta abierta de par en par.

puerta de la casa antiguamente
puerta de la casa
Puerta de la casa en la actualidad

Otro dato, bastante siniestro, es que Bridget, durante el juicio, declaró que mientras ella iba a abrir la puerta al señor Borden oyó cómo se reía Lizzie en la planta superior, es decir, donde ya se encontraba muerta su madrastra. Sin embargo, Lizzie juró que esto no era cierto y que ella estaba en la cocina cuando su padre llegó a la casa.

Un sargento de la policía llamado Harrington y otro oficial preguntaron a Lizzie dónde estuvo aquella mañana y ella afirmó que subió al desván del granero en busca de un hierro. Los dos hombres examinaron el desván y comprobaron que el suelo estaba cubierto de una gruesa capa de polvo que probaba que nadie había estado allí en mucho tiempo.

El juez Blaisdell, responsable del juicio, consideró que tras la investigación efectuada por la policía, debía acusarse a Lizzie de los asesinatos de sus padres. Lizzie fue detenida y enviada a la Cárcel Taunton.

El juicio comenzó el 5 de junio de 1893 y duró 14 días. Cada día, en la sala en la que se celebraba el proceso, había entre 30 y 40 reporteros de Boston y de Nueva York. El jurado estuvo compuesto por 12 agricultores y comerciantes, de mediana edad. Emma, contrató a Andrew Jennings como abogado de su hermana Lizzie.

Dibujo de Lizzie durante el juicio

La acusación, representada por Hosea Knowlton y William Moody, sintió desde el principio del juicio la fuerte presión de mucha gente que apoyaba a Lizzie, en particular asociaciones de mujeres y organizaciones religiosas.

Moody ofreció tres argumentos que acusaban a Lizzie: en primer lugar, ella no se llevaba bien con su padre y no soportaba a su madrastra; en segundo lugar, ella planificó los asesinatos; y, por último, su comportamiento tras los asesinatos y su testimonio contradictorio mostraban que no era inocente.

Moody actuó durante el juicio con brillantez y muchos lo consideraron el abogado más competente implicado en el caso. En una ocasión, hizo que revoloteara el papel de seda que cubría el cráneo de Andrew Borden. Cuando Lizzie vio los restos de lo que había sido la cabeza de su padre cayó desmayada al suelo.

Cráneo de Andrew Borden
Cráneo de Andrew Borden

También la acusación utilizó numerosos testigos que proporcionaron un claro motivo para que Lizzie cometiese los asesinatos. Por un lado, los testimonios pusieron de manifiesto la aversión que Lizzie tenía a su madrastra y, por otro, la existencia de un motivo económico de gran importancia. Al parecer, el señor Borden iba a hacer un nuevo testamento en el que dejaba en la miseria a sus hijas y otorgaba casi la totalidad de su dinero (medio millón de dólares) a su esposa Abby. Curiosamente, el tío de Lizzie, John Morse, primero declaró que Andrew le mencionó su interés en hacer este nuevo testamento y, más tarde, dijo que él nunca mencionó nada parecido.

La acusación, no obstante, se enfrentaba a un problema de difícil solución: varios médicos, incluyendo el doctor Dolan, afirmaron que los golpes suministrados a la señora Borden o al cráneo del señor Borden habrían provocado que el asesino se cubriera de sangre. Se planteó que Lizzie pudo llevar un delantal pero éste no apareció. También se dijo que pudo ir desnuda, pero esto resultaba extraño: una dama victoriana no se pondría desnuda delante del padre ni siquiera para asesinarlo y, además, no tuvo tiempo de bañarse después de matar a su padre porque, a los pocos minutos, llamó a la criada.

Se recordó el testimonio de Alice Russell, que afirmó ver cómo Lizzie quemaba un vestido. Pero ¿por qué habría guardado el vestido manchado de sangre durante tres días antes de quemarlo y qué habría llevado las horas que transcurrieron entre las dos muertes? Alguien podría haberla visto con un vestido cubierto de sangre.

La brillante defensa del abogado de Lizzie se encaminó a conseguir “la duda razonable” acerca de la culpabilidad de su defendida. Por ejemplo, logró el testimonio de un vendedor ambulante de helados que declaró que vio a una mujer saliendo del granero. Esta declaración confirmaba la historia de Lizzie, que afirmaba encontrarse allí cuando sucedió el asesinato de su padre. Otro testigo declaró haber visto a “un hombre de mirada huraña” en los alrededores cuando sucedieron los asesinatos. Incluso, se afirmó ver, en unos bosques cercanos, a un hombre ensangrentado con un hacha que gritaba: ¡Pobre señora Borden!

La declaración de Emma ayudó mucho a su hermana. Sin embargo, una matrona de la prisión en la que se encontraba Lizzie declaró que las dos hermanas se ponían de acuerdo acerca de qué debían decir cuando Emma iba de visita a la cárcel.

Los miembros del jurado encontraron a Lizzie Borden “no culpable” de los cargos.

Jurado del caso Borden
Jurado del caso Borden

Cinco semanas después del juicio, Lizzie, que cambió su nombre por el de Lizbeth, y Emma compraron esa magnífica mansión que el padre les negaba. Estaba situada en la zona más lujosa de la ciudad y tenía 13 dormitorios. Lizzie llamó a su preciosa casa victoriana “Maplecroft”.

 Maplecroft
Maplecroft

En 1904, Lizzie inició una relación con una bella y joven actriz llamada, Nance O’Neil. Emma, a partir de entonces, se distanció de su hermana.

Imágenes de Nance O’Neil.
Imágenes de Nance O’Neil 2
Imágenes de Nance O’Neil. En la última, la actriz en una película.
Imágenes de Nance O’Neil. En la última, la actriz en una película.

Lizzie murió el 1 de junio de 1927, a la edad de 67 años, después de una larga enfermedad. Emma murió nueve días más tarde como consecuencia de una caída en la escalera de su casa de Newmarket. Fueron enterradas juntas en el cementerio, junto a una hermana que había muerto en su niñez, su madre, su madrastra y su padre, que fue enterrado sin cabeza (después de la autopsia y el juicio, la cabeza, inexplicablemente no se incorporó a la tumba donde yacían sus restos mortales). Las dos hermanas destinaron su patrimonio a causas caritativas y Lizzie designó 500 dólares para el cuidado perpetuo de la tumba de su padre.

Más de 100 años han pasado desde los asesinatos del matrimonio Borden y todavía no hay seguridad de quién los cometió y cómo lo hizo. Los autores que han estudiado este caso han ofrecido teorías muy diferentes y se han inclinado por diferentes personas como las responsables de los delitos: Lizzie Borden, John Morse, Bridget Sullivan, Emma Borden, el Doctor Bowen o, incluso, alguna otra persona desconocida.

La teoría más popular ha sido, sin duda, la que culpabiliza a Lizzie de los asesinatos de sus padres. En caso de ser cierta esta tesis, Lizzie demostró una crueldad propia del más frío psicópata. Mató, quizás en un ataque de furia, a su odiada madrastra y esperó a que llegara su padre del trabajo y se durmiera en el sofá de la salita para acabar despiadadamente con su vida. En el intervalo de tiempo que transcurrió entre las dos muertes se dedicó a las tareas de la casa y conversó tranquilamente con la criada.

El problema de la sangre parece difícil de resolver: si mató a su madrastra ¿cómo evitó llenar de sangre su vestido y que la viera así la criada? Si se cambió de ropa, después del crimen ¿no lo habría notado Bridget? Pudo cambiarse y lavarse en el granero, en el que había agua, pero no tuvo tiempo de hacerlo tras el asesinato del padre.

Algunos escritores consideran que todas estas dificultades se superan en el caso de que Lizzie y la criada planificasen juntas las muertes. Incluso, Bridget pudo deshacerse del hacha y del vestido ensangrentado de Lizzie cuando fue a casa del doctor o de Alice Russell buscando ayuda.

Por otro lado, Lizzie y la criada pudieron ser cómplices de Emma Borden. Las tres fabricaron la coartada de ésta afirmando que se encontraba a 15 millas de distancia, en Fairhaven, pero, en realidad, pudo esconderse en la planta de arriba, cometer los asesinatos y volver a Fairhaven, donde recibió el telegrama del Doctor Bowen. Una vez que Lizzie fue acusada, las dos hermanas se pusieron de acuerdo para protegerse la una a la otra. Más tarde, las hermanas se distanciaron por el presunto idilio de Lizzie con Nance O’Neil. Sin embargo, ninguna de las dos cayó en la tentación de hablar del caso o de acusar a la otra.

Actualmente, la casa donde ocurrieron los asesinatos se ha convertido en un hotelito con restaurante. Muchas personas acuden morbosamente a este lugar para comprobar si tienen el valor suficiente para pasar la noche en el dormitorio donde asesinaron a Abby Borden. Algunos dicen que la casa está encantada y que han visto el fantasma de una mujer victoriana y han oído llantos de mujer, pasos en la escalera, puertas que se abren solas… En fin, las típicas historias de fantasmas que se relacionan con las casas en las que se han cometido crímenes.

Lo cierto es que la familia propietaria de esta casa ha cuidado la decoración hasta sus últimos detalles para que el huésped se encuentre en un ambiente parecido a aquel en el que se desarrollaron los famosos crímenes del matrimonio Borden. Incluso ofrece el desayuno que tomaron Andrew y Abby el día en que fueron asesinados: plátanos, pasteles, galletas y café. Un poco macabro, sí.

Os dejo con algunas imágenes de la casa en la actualidad.

lateral de la calle
Sala en la que asesinaron a Andrew Borden en la actualidad
Sala en la que asesinaron a Andrew Borden en la actualidad
Dormitorio en el que asesinaron a Abby Borden en la actualidad
Dormitorio en el que asesinaron a Abby Borden en la actualidad

Enlaces y Créditos: Phyemus - LizzieAndrewBordenMuseum

Esta historia ha sido rescatada y compartida en esta web a modo de tributo. La autoría original pertenece a Indira y Chandra, la historia se encontraba en su blog, Ovejas Eléctricas, que desafortunadamente desde 2017 no es accesible, cambió de manos y se perdió el valioso contenido.


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