El psiquiátrico abandonado de Pittsburgh
En la década de 1840, Dorothea Dix, una activista que luchaba por los derechos de los enfermos mentales, inició una cruzada en favor de la mejora de las condiciones de vida de los dementes. A partir de 1859, Dorothea se implicó personalmente en la construcción de un impresionante psiquiátrico situado a las afueras de Pittsburgh, en una bella colina arbolada con vistas al río Ohio. En honor al abuelo de la reformadora social, este centro recibió el nombre de Dixmont State Hospital.
Durante 125 años este asilo de dementes estuvo en funcionamiento. Pero los problemas financieros que padecía la institución hicieron que cerrase definitivamente en 1984.
A partir de entonces, el psiquiátrico abandonado de Pittsburgh fue invadido por algunos exploradores que querían captar con sus cámaras imágenes de las impresionantes y decrépitas estancias y de la galería de túneles que recorren el subsuelo. También han sentido curiosidad por este lugar una serie de magufos, deseosos de descubrir fenómenos paranormales; muchos vándalos, que fueron deteriorando el ya de por sí estado ruinoso de la edificación; adolescentes que querían demostrar su valor y algunos directores de cine, que encontraron en el Dixmont un inmejorable decorado para filmar sus películas de terror de serie B.
En una gran ceremonia, el 19 de julio de 1859, se colocó la piedra angular del Dixmont State Hospital, un edificio construido según el plan Kirkbride. Dentro de la piedra angular se colocó un frasco de vidrio de dos litros, que contenía diversos objetos y algunos documentos, entre los que se encontraban una carta de Dorothea Dix, una copia del estudio que había realizado acerca de las condiciones en las que vivían los enfermos mentales en Pensilvania, una moneda de 1663 y una medalla de bronce. Desafortunadamente, la cápsula del tiempo fue recientemente localizada y se descubrió que gran parte de su contenido era irreconocible.
El Dixmont era una típica instalación Kirkbride que tenía por objetivo proporcionar las mejores vistas del valle del río, unas habitaciones bien ventiladas y un ambiente sereno y tranquilizador para los pacientes.
Sin embargo, muchas técnicas, hoy consideradas inhumanas, se aplicaban en el Dixmont, como las terapias de electroshock, las lobotomías y las camisas de fuerza. Los enfermos mentales podían ser sumergidos durante horas en una bañera con agua helada. Este baño podía incluir la aplicación de hielo sobre la cabeza o las vendas alrededor de los ojos y de los oídos, para aislarlos de la percepción de otras sensaciones. También se empleaban las mangueras para rociar a los pacientes con fuertes chorros de agua fría.
Las personas que terminaban en aquel lugar eran muy diferentes desde el punto de vista social y económico y también respecto de las enfermedades que padecían. Justificaban el ingreso del paciente el alcoholismo, la depresión posparto, la edad senil, la arteriosclerosis cerebral, los tumores cerebrales y cualquier tipo de demencia.
Inicialmente ocuparon el hospital 113 pacientes, pero, con el tiempo, la cifra llegó a superar los 1500. Al parecer, las comidas eran mucho mejores y el trato más humano si los pacientes pertenecían a familias adineradas, que solían ingresarlos, fundamentalmente, por problemas de alcoholismo.
Para cubrir las necesidades de esta población tan numerosa, el Dixmont fue completamente autosuficiente desde el principio. Tenía sus propias granjas, ganado, una estación de ferrocarril, una oficina de correos y una planta de tratamiento de aguas residuales. Además, el centro también disponía de sus propios carniceros, panaderos, peones, electricistas, obreros, instaladores de tuberías, botánicos, cocineros y hasta un peluquero y un dentista.
Aunque había muchos empleados, los pacientes realizaban una gran parte de las actividades. En principio, estos trabajos se asignaban por motivos terapéuticos, puesto que se consideraba que los pacientes mejoraban al mantenerse ocupados, pero, sin duda, también suponía una disminución del gasto.
Se trataba, por tanto, de un mundo cerrado que, en principio, podía autoabastecerse. Pero está claro que, a pesar de todos los esfuerzos, los problemas financieros hicieron insostenible su mantenimiento.
Tras su cierre, en 1984, el hospital fue deteriorándose como consecuencia del paso del tiempo y del vandalismo. Incluso, en 2005, fue parcialmente devastado por un impresionante incendio ocasionado por la caída de un rayo.
Diferentes imágenes del psiquiátrico abandonado de Pittsburgh en 2005
A la derecha se encontraba el edificio de la cocina y la cafetería, que se comunicaba con el resto de las edificaciones mediante una galería elevada (2005)
Poco después, en el 2006, el psiquiátrico abandonado de Pittsburgh fue demolido para construir un hipermercado Wal-Mart Supercenter. Sin embargo, tras las primeras excavaciones, se produjeron importantes deslizamientos de tierra en la colina en la que estaba situado el hospital, de modo que no se siguió adelante.
De la enorme edificación, actualmente, sólo se conserva el cementerio del hospital, en el que muchos pacientes fueron sepultados en sencillas tumbas que se distinguen con simples piedras marcadas con números.
Existen más de 1300 lápidas. Al parecer, los propietarios de los terrenos en los que se elevaba el Dixmont poseen un libro de registro que identifica los números con cada uno de los pacientes enterrados.
La historia que acabas de leer sobre el psiquiátrico abandonado de Pittsburgh ha sido rescatada del olvido. La autoría original es de Indira y Chandra, escritoras en el blog Ovejas Eléctricas que desapareció de Internet hace algunos años. Este artículo fue publicado en enero de 2010 y se ha publicado nuevamente aquí como tributo al esfuerzo y calidad de las publicaciones de las autoras.
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