El rey y la manzana
Había una vez un rey muy bondadoso y gentil que amaba a Dios y sentía un gran afecto por los hombres sabios y piadosos.
Un día, un sabio muy sabio llegó a su Reino y comenzó a vivir en un hermoso jardín cerca de un río. Todas las noches, el sabio sabio se sentaba con la gente del Reino y les hablaba y les enseñaba muchas cosas maravillosas. Pronto, muchas personas de la ciudad comenzaron a acudir al sabio sabio. Al oír esto, el rey también decidió visitar al sabio.
Al día siguiente, el Rey encontró al sabio muy sabio sentado debajo de un gran árbol sobre una estera con una gran campana a su lado. Hablando con todas las personas que habían llegado allí. Al Rey le gustó mucho la charla y quiso repetir su visita todos los días.
Un día, una persona le preguntó al sabio: “Señor, ¿por qué tiene esa campana siempre a su lado? ¿Cuándo tocaría el timbre?" El sabio dijo: “Haré sonar la campana el día que venga a mí la persona que haya hecho el mayor sacrificio”. Cuando el Rey escuchó esto, sintió lo maravilloso que sería si él fuera la persona que hubiese realizado el mayor sacrificio.
Al día siguiente, el Rey llenó un gran plato con las frutas más jugosas, otro plato con las ropas más bonitas y otro más con las joyas más deslumbrantes y se las llevó al sabio. En el camino, el Rey se encontró con una anciana muy hambrienta que lo llamó y le dijo: “¡Oh, Rey! No he comido durante muchos días. ¿Podrías por favor darme algo de comer?” El Rey tomó una manzana del plato de frutas y se la dio a la anciana.
El rey fue al sabio y con orgullo le presentó todos los hermosos regalos que había traído. El sabio permaneció en silencio. Pronto, la anciana llegó y se abrió paso entre las personas sentadas allí y se acercó al sabio. Se acercó al sabio y colocó una manzana delante de él. El sabio inmediatamente tomó su campana y comenzó a tocarla.
El rey sorprendido le preguntó al sabio: “¡Oh sabio! Te ofrecí regalos tan maravillosos, pero no tocaste la campana. Sin embargo, cuando esta señora te ofreció una sola fruta, tocaste el timbre. ¡No entiendo nada!”
El sabio respondió: “¡Oh mi rey! Es cierto que presentaste muchos regalos encantadores. Para un Rey, es muy natural. Pero esta anciana que ha estado hambrienta durante muchos días consiguió solo una manzana y en lugar de comérsela, me la dio a mí. Ella me dio todo lo que tenía. ¿Qué mayor sacrificio puede dar alguien? Oh mi Rey, no es la cantidad o el costo lo que importa sino el amor y el pensamiento detrás del gesto.”
Esta historia sobre el rey y la manzana enseña a los más pequeños, y no tan pequeños, que el mayor sacrificio es sacrificar la propia felicidad por el bien de alguien.
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