Los fantasmas victorianos
En la época se despertó un especial interés por los fantasmas victorianos. Se fue desplazando el racionalismo del siglo XVIII por un nuevo movimiento intelectual, el romanticismo, cuya visión estética solía inspirarse en lo sobrenatural, en lo oculto, en la muerte y los fantasmas.
Por otro lado, la sociedad estaba sometida a una rígida moral basada en la represión del instinto, el pudor, los prejuicios sociales y la apariencia. Las historias de fantasmas victorianos reunían todos esos valores. El honor familiar era esencial, de modo que los miembros de la familia, sobre todo las mujeres, debían comportarse siempre como estaba establecido.
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La mujer en la época victoriana
La mujer debía ser honesta y parecerlo y aspirar a hacer un “buen matrimonio”. No obstante, los matrimonios debían ser “convenientes”, es decir, entre personas de un mismo estatus y con una renta parecida, pues, de lo contrario, el prestigio y el patrimonio del grupo familiar más destacado quedaban dañados para siempre. En el supuesto de que se produjera una unión inconveniente, la familia debía guardar las apariencias para evitar los rumores, por lo que se exigía a los miembros de la misma mantener el silencio.
Como señala el historiador Fernando Jorge Soto Roland en su interesante monografía El Fantasma Victoriano. Aproximación histórica a la creencia popular, también debían ocultarse otro tipo de “manchas familiares” como la existencia de un suicida, un asesino o personas con deficiencias mentales. Tampoco era recomendable difundir que un antepasado hubiese realizado un trabajo poco valorado socialmente. Esos secretos de familia mantenían el honor del apellido y permitían poder “casarse bien” y conservar el reconocimiento social. Las novelas de Jane Austen, por ejemplo, reflejan claramente esos valores victorianos (Emma, Mondadori, 2006; Orgullo y prejuicio, Alianza Editorial, 2006).
¿Cómo eran los fantasmas victorianos?
Muchas historias de fantasmas se basan en dramas familiares o privados: uniones imposibles, actos lujuriosos o ambiciones desmedidas de personas que no se han sometido a las rígidas reglas establecidas por la sociedad victoriana.
Soto Roland considera que el fantasma decimonónico se convierte en una doble amenaza:
Por un lado, rompe con los límites racionales rígidos impuestos por las leyes positivas de la naturaleza; consiguiendo crear un estado emocional que es capaz de alcanzar el más sentido terror, por medio de extravagantes efectos de luz y escenas extrañas.
Por otro lado, tanto en la literatura como en la tradición oral, el fantasma decimonónico irrumpe fracturando el secreto burgués, violando lo íntimo —lo no dicho—, al hacer público los secretos inconfesables de una familia.
Las apariciones piden, denuncian, exigen. Desenmascaran una intimidad hipócrita, egoísta y morbosa, que el grupo se ha cuidado muy bien de resguardar (…) El fantasma que vaga eternamente en el universo material de sus antiguas posesiones, el que exige plegarias o atenciones espirituales a sus deudos, el que denuncia sus propios crímenes con lamentos y visiones espantosas, o el que manifiesta un dolor infinito por un amor prohibido o no correspondido, recrea las ambigüedades y dramas privados que la sociedad burguesa no pudo evitar que cayeran en el dominio del rumor. Por esta causa, los mencionados relatos de fantasmas fueron siempre bien aceptados por un público expectante de chismes e historias fantásticas.
Fernando Jorge Soto Roland
La novela anglosajona recogerá también estas creencias populares y autores victorianos tan consagrados como Henry James (Otra vuelta de tuerca, DeBolsillo, 2005) o Wilkie Collins (La dama de blanco, Alianza Editorial, 2002) no se resistirán a escribir historias de fantasmas. Magníficas, estas dos que hemos mencionado.
Los fantasmas victorianos de la Rectoría de Borley, Essex
Incluso en la actualidad, los ingleses siguen apreciando mucho sus leyendas de espectros y sus mansiones encantadas. Una de ellas es la Rectoría de Borley, Essex, que llaman “la casa más embrujada de Inglaterra”. La Rectoría se construyó en 1863 sobre las ruinas de un monasterio benedictino del siglo XIII. En ella se instalaron el reverendo Henry Bull, su esposa y sus catorce hijos.
Según la leyenda, difundida desde el momento en que se construyó la Rectoría, en el monasterio tuvo lugar un acto vergonzante rechazado por la sociedad: uno de los monjes huyó con una monja. Los fugitivos fueron capturados junto con el chófer de la carroza en la que intentaron escapar. El monje fue ahorcado, el chófer decapitado y la monja encapsulada viva en las paredes del monasterio. Según la creencia popular, de los tres fantasmas, la monja es la que se aparece con más frecuencia. Concretamente, cada 28 de julio realiza un recorrido por el exterior de la casa (la propiedad se quemó en 1939) que se conoce con el nombre del Nun’s Walk (paseo de la monja). Incluso en la actualidad numerosos curiosos acuden cada 28 de julio para intentar fotografiar al famoso espectro.
La historia encaja perfectamente en la clásica tradición del fantasma victoriano: la monja condenada a vagar eternamente pagando por el pecado de una unión carnal prohibida por Dios, un secreto inconfesable que terminó siendo descubierto.
La leyenda del castillo de Glamis, Escocia
En el castillo de Glamis, en las Tierras Altas Escocesas, según la leyenda, aparece una Dama de Gris, Lady Glamis, que fue acusada de practicar la brujería y quemada en la hoguera en 1537. Se trata, por tanto, de otra “alma en pena” castigada por desafiar a la sociedad yendo contra lo establecido.
El fantasma victoriano de Mary Stuarts
El fantasma de Mary Stuarts, reina de Escocia, según la creencia popular, camina por el Castillo de Hermitage. Los protestantes decían de ella que era bruja y que sabía hacer conjuros. Realmente, era rechazada por ser católica y constituir una amenaza para la reina de Inglaterra, su prima Elizabeth. Durante mucho tiempo los católicos conspiraron para destronar y asesinar a Elizabeth, que era protestante, y subir al trono a Mary. Ésta no reconocía a su prima como verdadera reina y creía que ella debía ocupar su lugar. Finalmente, fue acusada de traición y Elizabeth ordenó que fuese decapitada. Evidentemente, nos encontramos, una vez más, con un fantasma que en vida desafió las reglas establecidas llegando, incluso, a conspirar contra una reina.
Esta publicación ha sido rescatada y compartida en esta web a modo de tributo. La autoría original pertenece a Indira y Chandra. La historia se encontraba en su blog, Ovejas Eléctricas, que desafortunadamente desde 2017 no es accesible, cambió de manos y se perdió el valioso contenido.
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