La vieja Bruja
Eones de tiempo atrás, habitaba una vieja bruja una cabaña de madera cerca de una pequeña villa. Allí vivía una niña pequeña que era obstinada y desobediente. Se metía en muchos problemas y cada vez que los ancianos le hablaban, les contestaba con malas caras y faltas de respeto.
Un día decidió que iría a ver a la vieja bruja. Así que fue donde su madre y le dijo: “Voy a ver a la vieja bruja madre. He oído hablar mucho de ella”, dijo, “la gente dice que es una mujer maravillosa y que tiene muchas cosas fascinantes. ¡Me gustaria comprobarlo!".
De inmediato, su madre le prohibió hacer tal cosa. “La vieja bruja es una mujer malvada”, dijo la madre. “Realiza actos impíos”, añadió su padre. Sin embargo, desobedeciendo a sus padres, la niña ya había tomado su decisión. Iba a ir de todos modos. Cuando llegó a la cabaña donde vivía la bruja, la anciana hechicera preguntó: “¿Por qué estás tan pálida, querida?"
La niña temblaba de miedo: “Vi a un ser extrañamente oscuro, inmóvil, apoyado en tu puerta”. "Oh", dijo la bruja, "era un minero". “A su lado vi a un hombre gris, sentado en el suelo mirando a la pared de tu cabaña”, dijo la niña. "Ah, ese era un deportista, nadie importante", respondió la bruja. “Luego vi a un hombre con lamirada perdida, cubierto de rojo, como si fuese sangre”, dijo la niña, temblando de miedo. “Ya veo”, le dijo la vieja bruja a la niña, “ese debería ser el iracundo carnicero”.
La niña hizo una pausa por un momento antes de hablar: "Oh, pero lo más aterrador de todo fue cuando me asomé por la ventana". Retiró su mirada de los ojos de la bruja y continuó: “Yo… yo no te vi. Pero si que vi una criatura aterradora, con una cabeza de fuego y oscurdidad a su alrededor”. Terminó la niña.
La anciana sonreía de medio lado. Se divertía. Con calma, se acercó al oído de la niña asustada y susurró: "Te he estado esperando" La vieja bruja soltó una risa malvada y continuó; "¡Has visto a la bruja en su versión más auténtica!" crujió sus dientes emitiendo un sonido desagradable e intenso para después gritar: "¡Tú me darás luz!"
Y con eso, transformó a la niña en un bloque de leña y lo lanzó al fuego de su chimenea. "Los calderos no se calientan solos, querida."
Esta historia corta sobre la Vieja Bruja enseñaba antaño a los más pequeños que es mejor obedecer a quienes nos quieren, sobre todo si son tus padres, porque a veces la realidad puede resultar más peligrosa de lo que imaginamos.
0 comentarios